Querido lector, las deudas son como los embarazos no planeados: quizá te divertiste al principio, pero no pensaste en las consecuencias y ahora no tienes idea de qué diablos hacer.
Por eso, nuestro insigne equipo editorial se dio a la tarea de investigar qué puedes hacer con esas deudas que, como nuestro odio por el reguetón, crecen día con día.
Quitas
Cuando pagar un crédito se vuelve tan insostenible como la producción de crudo nacional, algunas personas recurren a las quitas, una alternativa a la que debes acudir cuando, al igual que tu tía en Tinder, no tienes de otra.
Pero primero lo primero, ¿qué es una quita? En términos generales, es un convenio mediante el cual el deudor se compromete a pagar un porcentaje del monto que debe.
En otras palabras, es un mecanismo que utilizan algunas instituciones para tratar de recuperar algo de lo que le prestaron a una persona que ya les quedó mal y que difícilmente se pondrá al corriente.
A través de una quita, el deudor puede obtener descuentos que oscilan entre el 30 y 80 por ciento de la deuda original, con esquemas que van de uno a tres pagos.
Tanto el descuento como el número de pagos dependen de los acuerdos a los que llegues con la institución o entidad financiera, así como del monto de tu deuda original.
Pero antes de que te emociones, debes saber que las quitas tienen sus inconvenientes, así que sigue leyendo...
Lo feo de las quitas
Lo sabemos, pagar tu deuda con una quita suena tan bien como una película de Logan interpretada por Keanu Reeves, pero la realidad dista mucho de ser así (obviamente nos referimos a las quitas, porque todos sabemos que Keanu sería el mejor Logan de todos los tiempos).
No olvidemos que, al aceptar la quita, la institución financiera tuvo que renunciar al monto que originalmente tenía proyectado cobrarte y, por lo tanto, al igual que tu ex, se encargará de difundir el pésimo negocio que fue haber confiado en ti, ¿en dónde? En tu historial crediticio.
Aunque depende del tamaño de tu deuda, una quita puede manchar tu historial crediticio hasta por seis años, periodo en el cual difícilmente podrás obtener créditos, al menos con tasas relativamente razonables.
Reestructuración
Como lo habrás notado, las quitas son como el vodka: parece que no, pero sí terminan pegándote… y feo. Así que ahora veamos otra opción para pagar deudas: la reestructuración.
Como su nombre lo sugiere, la reestructuración es un proceso mediante el cual puedes negociar condiciones diferentes a las actuales con el fin de ponerte al corriente, como cuando le prometes a tu pareja que ahora sí te vas a poner las pilas.
A diferencia de la quita, la reestructuración no contempla reducción alguna en el monto que se debe, sino ajustes en el pago mensual, el plazo y la tasa de interés.
Comparada con la quita, la reestructuración tiene la ventaja de que con ella estás demostrando voluntad de pago, algo que, en teoría, y si haces bien las cosas, te ayudará en un futuro a ser sujeto de crédito de nueva cuenta.
Lo malo de la reestructuración
Al igual que con la quita, la reestructuración impacta en tu score e historial crediticio, por la sencilla razón de que, por la razón que sea, no tienes la capacidad para cumplir los compromisos que previamente asumiste.
Además, si la institución acepta formalizar una reestructuración del crédito, es bastante probable que tengas que pagar más intereses que los que pagarías originalmente y con un plazo mucho más largo.
Conclusiones
1. Las quitas y reestructuraciones son como los analgésicos: pueden aliviar los síntomas de la enfermedad, pero no son, ni de lejos, el tratamiento adecuado para curarla.
2. Si no hay de otra, paga con quita o con reestructuración, ¡pero paga! En las finanzas, como en los divorcios, vale más un mal acuerdo que un buen pleito.
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